jueves, 30 de enero de 2014

GARDNER Y LOS POLOS FANTASMAS

LOS POLOS FUERON DESCUBIERTOS ?
EL LIBRO DE MARSHALL B. GARDNER: A
JOURNEY TO THE EARTH’S INTERIOR OR HAVE
THE POLES REALLY BEEN DISCOVERED?
Marshall B. Gardner pasó veinte años investigando los informes de los exploradores árticos, con el suplemento de evidencia astronómica, antes de publicar su libro A Journey to the Earth’s Interior or Have the Potes Reaüy Been Discovered? (Un viaje al interior de la Tierra o ¿fueron de veras descubiertos los polos?) Parecía no tener conocimiento del libro y la teoría de Reed, por lo tanto, ambos desarrollaron sus teorías en forma independiente. La gran contribución de Gardner consiste en la teoría de un sol central, que es causa de la temperatura más elevada en la región del orificio polar y la aurora boreal, fenómeno que Reed atribuyó a erupciones volcánicas. Un sol central como fuente de calor y luz hace posible la existencia de vida animal y plantas, además de 1# vida humana, en el interior de la tierra. Reed consideraba esto un hecho, pero no pudo encontrar una explicación para ello de acuerdo a su teoría. Esto se debe a que no incluía un sol central corno fuente de luz; por supuesto, sin ello no podía haber vida.
Gardner también sostiene, y en su libro presenta evidencia astronómica que lo prueba, que no sólo la Tierra, sino todos los planetas del sistema solar, tienen interiores huecos y soles centrales. Dice que su formación original se debió a una nebulosa que giraba. Como resultado de la fuerza centrífuga de la rotación durante su formación, cuando aún estaban en estado de fusión, los elementos que lo constituían fueron arrojados hacia afuera, para formar ur>a corteza sólida en la superficie externa de cada planeta, dejando hueco el interior. Además, debido a la fuerza de la rotación y el movimiento por el espacio se produjo la formación de aberturas en las extremidades polares.
¿Por qué hay tan pocos ejemplares de los libros de Reed y Gardner en venta y en bibliotecas? Porque prueban que existe en el interior de la tierra una gran área no documentada en mapas, tal vez mayor que la superficie terrestre. Por supuesto el gobierno que conociera esto tendría la ambición de ser el primero en descubrir este territorio y reclamarlo como propio. Por esta razón, haría grandes esfuerzos por mantenerlo en secreto, con el propósito de que ningún otro lo hiciera antes. El gobierno de los Estados Unidos fue el primero en tener información al respecto por la visita del Almirante Byrd, que voló 2.740 kilómetros en esta “tierra misteriosa más allá del polo” -que no aparece en ningún mapa- y vio montañas, bosques, vegetación, ríos, lagos y animales allí. Resulta evidente que la razón para mantenerlos
ocultos y promover el olvido de estos dos escrito
res es guardar el secreto. \
EVIDENCIA DE EXPLORACIONES DEL ÁRTICO
El libro de Gardner tiene 450 páginas, con una bibliografía de cincuenta libros sobre exploración del Ártico en su mayoría. Gardner sostiene que la tierra es un armazón hueco con una corteza de 1.300 kilómetros de espesor, con una abertura en el extremo polar de aproximadamente 2.260 kilómetros de ancho. Afirma que el mamut proviene del interior y aún vive allí, y que los inmensos animales tropicales hallados congelados en el hielo en la región polar no eran prehistóricos, sino animales del interior, que fueron congelados al alcanzar la superficie. Para apoyar la teoría de un sol central en el interior de la tierra, Gardner señala que las aves y los animales emigran al norte en invierno en busca de un clima más cálido. También destaca que cuando los exploradores siguen más allá de los 80 grados de latitud norte, encuentran que el agua tiene una temperatura más elevada debido a corrientes cálidas que provienen de la región polar y que el aire también se vuelve más cálido debido a vientos cálidos del norte. Esta también es la razón del mar libre de hielo en el lejano norte, y del hallazgo de polen de colores en los icebergs y los glaciares y troncos y otros restos vegetales arrastrados a las costas por las corrientes cálidas del norte. Gardner resume la evidencia a favor de su teoría de una tierra hueca con dos aberturas polares y un sol central de la siguiente manera: #
“¿Cómo explican los científicos que la temperatura baja hasta determinado punto en el norte, para luego volverse más cálida más allá? ¿Cómo explican que la fuente de ese calor no provenga del sur, sino de una serie de corrientes y vientos cálidos del norte, que se suponía era una tierra de hielo sólido? ¿De dónde vienen estas corrientes? Tendrían que proceder de un mar abierto. ¿Por qué hay mar templado y abierto en los sitios donde los científicos esperan encontrar hielo eterno? ¿De dónde viene el agua templada?
“¿Por qué encuentran los exploradores los inhospitalarios témpanos acantilados cubiertos en gran parte con el polen rojo de una planta desconocida? ¿Por qué ven semillas de plantas tropicales, que no se encuentran más al sur, flotando en estas aguas? ¿Cómo llegan ahí troncos y ramas de árboles, a veces con capullos frescos?
“¿Por qué las regiones del norte de Groenlandia son el habitat más amplio del mundo de los mosquitos, un insecto que sólo se encuentra en territorios cálidos? ¿Cómo pueden llegar allí si vienen del sur? ¿A dónde van todos los zorros y las liebres que se ven camino al norte en Groenlandia? ¿A dónde fueron los osos? ¿Es posible que criaturas tan grandes como los osos pudieran encontrar su subsistencia en llanuras de hielo interminable?
“¿Cómo explican los científicos que casi todos los exploradores competentes, desde los primeros hasta Nansen, han admitido que al llegar al lejano norte se comprobaba el fracaso de todas las teorías sobre lo que debía encontrarse y también fallaban los métodos para determinar dónde estaban situados? ¿Cómo explican las palabras de Nansen que ya citamos, que muestran que estaba completamente perdido en la región ártica?
“¿Cómo dan cuenta de la emigración de las aves que aparecen en Inglaterra y en otros países en otra época del año y desaparecen en el invierno? ¿Qué dicen acerca de que ni Peary ni Cook pudieron probar que habían llegado al Polo Norte? Aunque supongamos que ambos actuaron de buena fe, ¿no resulta evidente que los dos estaban perdidos? ¿Qué otra explicación hay de las discrepancias en el texto de Peary?
“El lector se preguntará por qué Peary no descubrió el inmenso orificio en la extremidad polar de la tierra si estaba allí.
“La respuesta es sencilla y se aclara con otra pregunta: ¿por qué el hombre no descubrió, al mirar a su alrededor, que vivía en la superficie de una esfera inmensa? ¿por qué el hombre creyó durante siglos que la tierra era plana? La razón es que la esfera es tan grande que no podía ver la curva. Resultaba tan natural la idea de poder moverse por toda la superficie, hasta que los científicos le hablaron de la esfera y él comenzó a preguntarse por qué no se caía por el borde, o bien, desde el punto de vista de los que vivían en el hemisferio norte, ¿por qué no se caían los australianos (puesto que no se tenía noción del concepto de gravedad)? *
“Lo mismo es verdad en el caso de los exploradores polares. Navegan hasta el borde externo de la abertura polar, pero esta abertura es tan grande -si tomamos en cuenta que la corteza terrestre tiene 1300 kilómetros de espesor- que la curva descendente del borde no se hace perceptible para ellos. Su diámetro es tan amplio -alrededor de 2.250 kilómetros- que el otro lado no les resulta visible. Por lo tanto, si un explorador siguiera el trayecto suficientemente, podría pasar el borde, cruzar los océanos del mundo interior y salir por el orificio antartico. Lo único que le indicaría lo que está ocurriendo es que vería un sol de menor tamaño al que él está acostumbrado a ver, aunque podría parecerle más grande debido a la cercanía. No podría hacer observaciones con respecto a las estrellas porque no habría estrellas ni noche para verlas.
“El lector preguntará: ‘¿la fuerza de gravedad no alejaría al explorador que entró por el orificio de la superficie y lo atraería hacia el sol?’. La respuesta es que no importa la posición geométrica para la atracción gravitacional. La palabra ‘centro’, en el sentido geométrico, no se aplica en este caso. La masa es lo que atrae. Si la gran masa de la tierra está en la gruesa corteza, será la masa de esa corteza lo que atraerá, no un mero punto geométrico que ni siquiera está en la corteza, sino a 4.700 kilómetros de distancia, que es la distancia aproximada entre el sol central y la superficie interna de la tierra. En realidad, es la distribución igualitaria de la fuerza de gravedad en
toda la corteza que mantiene al sol suspendido en un punto equidistante de todos los puntos de la corteza. Al estar del lado de afuera, la masa de la corteza nos atrae a la superficie. Cuando pasamos al interior, esa misma fuerza nos mantendrá de pie en la superficie interna.
“Veremos todo esto cuando exploremos el Ártico en detalle, como podremos hacer con facilidad con la ayuda de aeronaves. Una vez que lo hayamos visto, nos preguntaremos por qué estuvimos ciegos durante tanto tiempo ante la evidencia que hemos tenido por casi un siglo o más, como se demuestra en este libro.”
Veintisiete años después de que Gardner escribió esto, el Almirante Byrd llevó a cabo exactamente lo que él esperaba que se hiciera: voló 2.740 kilómetros en avión dentro, más allá de la abertura polar y llegó a una tierra de árboles, como la que Gardner creía que existiría allí, que además era de clima cálido, como prueban los ríos, lagos, la vegetación y la vida animal que observó. Gardner escribe: “Que el toro almizcleño no es el único animal que se encuentra en un sitio donde menos esperamos verlo resulta evidente por una entrada en el diario de Hayes. Cuando él se encontraba a una latitud de 78 grados, 17 minutos, en los primeros días de julio, dijo: ‘Capturé una mariposa de alas amarillas y -quién lo creería- un mosquito; también, diez polillas, tres arañas, dos abejas y dos moscas’.”
Dado que estos insectos no se encuentran más al sur, tierra de hielo y nieve, la única explicación que Gardner podía ofrecer acerca de su origen es que provenían del interior de la tierra. Las observaciones de Hayes sobre la presencia de insectos en el extremo norte fueron confirmadas por Greely en su libro Three Years o/Arctic Service (Tres años de servicio en el Ártico), que describe sus observaciones en la zona, comenzadas en 1881. En el prólogo, nos cuenta que las maravillas de la regiones árticas son tantas que se vio obligado a modificar las notas que tomó en el momento, para disminuir la sospecha, que pudiera tener alguno, de que exageraba. Por cierto, resulta llamativo que las regiones árticas estén tan llenas de vida que un explorador no pueda describirlas sin causar sospecha de exageración, sobre todo si estos territorios son sólo extensiones vacías de hielos eternos, como afirman las teorías geográficas.
Greely informó que había aves de especies desconocidas, mariposas, moscas y temperaturas alrededor de los 10 grados centígrados, además de suficiente madera de sauce para hacer fuego y madera flotante. Halló dos clases de flores diferentes de cualquiera que hubiera visto antes.
En muchas páginas de evidencia astronómica, Gardner habla de las luces brillantes de la capa polar de Marte, Venus y Mercurio. Concluye que estos planetas tienen soles centrales y aberturas polares. Sostiene que lo mismo sucede con la tierra y que la aurora boreal es el resultado de la proyección de los rayos del sol central que pasan por la abertura polar, en el cielo nocturno.
Resume la evidencia a favor de su teoría de la siguiente manera:
“A medida que los exploradores van más al norte de la latitud de 80 grados, ven que el agua -en vez de enfriarse en proporción a como se había enfriado hasta ese momento desde que dejaron la zona templada- comienza a volverse más cálida. También notan que esta tibieza que viene del norte, supuestamente congelado, es una corriente cálida de las regiones polares. Por otra parte, ven las aves y los animales que migran al norte para alimentarse y reproducirse, en vez de ir hacia el sur. Cuando llegan a latitudes muy altas, encuentran una riqueza mayor de animales y vegetales que la que existe en latitudes menores de las regiones árticas y subárticas. A medida que navegan hacia las regiones del norte, desparramado en los icebergs y los glaciares, hallan el polen colorado de plantas que crecen… ¿dónde? Solo es posible que sea en el interior del planeta. También encuentran troncos y desechos de la tierra que arrastran estas corrientes cálidas. En el capítulo sobre el mamut y el mastodonte, presentaremos evidencia que demuestre que el mamut aún vive en el interior de la tierra; hasta exhibiremos caso tras caso en que mamutes han flotado desde allí hacia afuera, encastrados en glaciares y icebergs -congelados en grietas en el interior, cerca de las aberturas polares-, fueron finalmente llevados por el movimiento glaciar hasta Siberia.”
Además de la madera flotante hallada en el extremo norte, cuyo origen -de acuerdo a Gard-ner- sólo puede ser el interior de la tierra, se encuentran árboles y capullos verdes en los océanos árticos. También hay semillas de especies tropicales desconocidas flotando hacia el sur en las corrientes del norte. Entre ellas, estaba la semilla del haba “encada”, una semilla tropical, hallada por una expedición sueca cerca de la bahía Tru-rengerg. Gardner comenta: “Esta semilla debió provenir del interior de la tierra, pues viene de un árbol que sólo crece en condiciones tropicales y hubiera sido desintegrada al flotar por todo el mundo durante muchos meses. Tal sería el caso si supusiéramos que vino de regiones tropicales del exterior del planeta”.
Sverdrup encontró tantas liebres alrededor de los 81 grados de latitud norte que un golfo rocoso recibió el nombre de Haré Fiord (Fiord del conejo). También había suficientes animales de caza para alimentar a todo el grupo.
El Capitán Beechey vio tantas aves en la costa oeste de Spitzbergen que el sitio retumbaba con sus gritos desde al amanecer hasta la noche. Las pequeñas alcas eran tan numerosas y se agrupaban tan cerca entre sí que a veces un solo disparo mataba a treinta. Con un cálculo de dieciséis por metro cúbico, podía haber alrededor de cuatro millones en total. Había suficientes aves para oscurecer el cielo y su coro se oía a ocho kilómetros de distancia. También había renos y patos. Distinguieron cuatro variedades de gaviotas en el mar local, además de peces y animales anfibios, desde la ballena gigante hasta los diminutos “clios” de los que se alimenta; traga millones de ellos por vez.
Franklin vio grandes cantidades de gansos emigrando hacia el norte desconocido a una latitud elevada, lo cual indica que hay tierra allí. Señala que no importa cuan lejos hacia el norte va el explorador, siempre halla el oso polar adelante, y siempre en camino al norte. A los 82 grados de latitud, Kane encontró mariposas, abejas y moscas, además de lobos, zorros, osos, gansos, patos, aves acuáticas y perdices. Todos los exploradores observan un hecho extraño: los animales no emigran hacia el sur para escapar del invierno del Ártico, sino hacia el norte. El comandante McClure exploró Banks Land y encontró cantidades inmensas de árboles arrojados en capas por la acción glaciar que evidentemente los trajo del norte. En una barranca, halló una pila de árboles apilados hasta una altura de trece metros. Aunque parte de la madera estaba petrificada, otra parte muy grande era de origen reciente. Estos árboles estaban mucho más allá de donde suelen crecer. A Nansen le llamó la atención la madera flotante que siempre se encuentra a lo largo de la costa de Groenlandia. Dijo que la encontró hasta los 86 grados de latitud norte.
Gardner dice que el testimonio unánime de los exploradores sostiene que: “Cuanto más al norte se va, más vida animal se encuentra, una prueba absoluta de que existe un asilo importante en el lejano norte, donde todas las criaturas se refugian para reproducirse en paz y hallar comida en abundancia. Las manifestaciones de vida vegetal también deben provenir de allí: el polen coloreado de las plantas, que flota hacia afuera cuando hay ráfagas favorables y que colorea icebergs enteros y los costados de los glaciares y, más impresionante aún, los representantes de razas de animales que aún viven en el interior, aunque hayan desaparecido del exterior de la tierra (aquí, Gardner se refiere a los mamutes, que se encontraron congelados en el hielo).
“¡Qué verdadero paraíso de vida animal y vegetal debe ser aquél! Tal vez también sea una tierra de paz y tranquilidad perpetua para alguna forma de vida humana. El pueblo esquimal que aún viva allí habrá sido modificado del tipo que vemos en la superficie externa. Su vida será más fácil, ya que no tendrán climas fríos y escasez de alimentos. Así como los habitantes de algunas de nuestras islas tropicales, reflejarán la facilidad de su vida en una disposición tranquila y afectuosa. Comerán muchas frutas y otros productos vegetales desconocidos para nosotros. Cuando penetremos en la tierra, encontraremos que crecen, casi en el borde interno de la abertura polar, aquellos árboles cuyos troncos y ramas se vieron flotando. Tal vez veamos nidos de patos, cisnes, gansos salvajes y gaviotas en esos árboles o tal vez en rocas alrededor de las regiones polares internas, las aves que vimos en las páginas anteriores que volaban hacia al norte, que durante tanto tiempo de ignorancia, supusimos más frío que el sur.”
Ottmar Kaub al referirse a Nansen, quien llegó más al norte que cualquier otro explorador, comenta lo siguiente: “Marshall B. Gardner tenía razón cuando escribió su libro en 1920. El 30 de agosto de 1894, el doctor Fidtjof Nansen fue el primer hombre de la historia que llegó al interior de la tierra. El doctor Nansen se perdió y lo admitió. Se sorprendió ante el clima tibio. Al hallar las huellas de un zorro, supo que estaba perdido. ¿Cómo podía haber una huella semejante allí? La explicación era que había entrado en la abertura que lleva al interior de la tierra, y que cuanto más al norte fuera, más cálido se tornaría el clima. De haber seguido, habría encontrado no sólo huellas de zorro, sino aves tropicales y otros animales y, por último, los habitantes humanos de esta ‘tierra más allá del Polo’. La misma tierra que recorrió en avión el Almirante Byrd a lo largo de 2.740 kilómetros y que tanto lo maravilló”.
EL ORIGEN DEL MAMUT
Gardner sostiene que el mamut y las criaturas parecidas a elefantes de origen tropical, que se hallaron congelados en el hielo ártico derivado de agua dulce -no salada, como podríamos suponer, ya que es la única clase que hay allí- son en realidad animales del interior de la tierra, que llegaron a la superficie y fueron congelados. Es decir, que no son animales prehistóricos como es la creencia común.
La teoría de Gardner del origen
DESCUBRIMIENTO DEL MAMUT ENCASTRADO EN HIELO
En 1799, un pescador ruso de Tongoose, Siberia, descubrió un elefante inmenso en perfecto estado de preservación, como al morir, encerrado en un inmenso bloque de hielo, claro como el cristal. Se creyó que era un animal prehistórico que vivía en las reglones polares en una época previa, cuando había clima tropical.
De acuerdo a la teoría presentada en este libro, el elefante provenía del interior de la tierra, que goza de un clima tropical, y fue congelado al llegar al exterior a raíz del clima ártico. (De A Journey to the Earth’s Interior or Have the Poles Really Been Discovered?, de Marshall B. Gardner.) El sol central como luciría para un explorador cuando llegara al punto Indicado en la carta “D” en el diagrama, si las condiciones atmosféricas fueran favorables.
subterráneo del mamut halló confirmación en la observación que realizó el Almirante Byrd de un mamut vivo durante su vuelo de 2.740 kilómetros a la tierra más allá del Polo Norte, dentro de la abertura polar.
Gardner sostiene que estos extraños animales, desconocidos en la superficie, fueron transportados por los ríos desde el interior de la tierra y congelados dentro del hielo que se formó. Esta teoría parece muy razonable, en vista de que es hielo de agua dulce, que no se encuentra en el Océano Ártico. Puesto que el hielo, al igual que los icebergs, no pudo ser formado por agua del océano, la única explicación es que proviene de otras aguas, de ríos, que sale por la abertura polar desde el interior de la tierra.
Ya que estos animales se encuentran dentro de los icebergs, deben venir del interior de la tierra, al igual que el agua que se transforma en hielo cuando llega a la superficie con las temperaturas muy bajas. Gardner habla de rebaños de ma-mutes y elefantes y otros animales tropicales que se congelan al exponerse a las regiones más frías cerca del borde de la abertura polar, al igual que ocurre con el agua que fluye desde el interior y se convierte en glaciares. Otra explicación es que caigan en hendiduras, tal vez ocultas por la nieve; entonces los cubriría la nieve y quedarían sellados herméticamente en el hielo. Esto explicaría la condición en que se encontraron los mamutes congelados, después de que los glaciares pasaron por el borde de la abertura, hacia afuera, a Sibe-
ría.
Allí, estos animales congelados fueron encontrados en un estado de perfecta conservación, lo suficientemente frescos para poder ser ingeridos como alimento.
Robert B. Cook habla de los restos no sólo de los mamutes, sino también de rinocerontes peludos, renos, hipopótamos, leones y hienas hallados en depósitos glaciares del norte. Sostiene que estos animales, incapaces de soportar el tiempo frío, eran visitantes durante la severidad del período glaciar o residentes permanentes cuando el territorio tenía un clima más cálido. Sin embargo, Gardner afirma que estos animales vinieron del interior de la tierra. Su razonamiento es el siguiente: “Puesto que los renos, leones y hienas son formas de vida actuales y no tan antiguos como el mamut -por lo menos en la forma que conocemos hoy en día, igual que lo que muestran estos restos- resulta evidente que estos animales no eran de la época glacial temprana, sino visitantes del interior de la tierra. Al no saber esto, el señor Cook tiene grandes dificultades para explicar la presencia simultánea de estas formas, que él cree son de épocas distintas. Sin embargo, este enigma desaparece cuando vemos que estas formas de vida son contemporáneas, y que ambas provienen del interior de la tierra.
En el interior del estómago del mamut se halló un alimento indigerible, que consistía en brotes de pino y pinas. En otros, se encontró helécho y vegetación tropical. ¿Cómo pudo un animal ártico tener alimento tropical en el estómago? Una explicación es que la región ártica una vez tuvo clima tropical, y que un cambio de la tierra con respecto a su eje produjo una Era Glaciar en forma súbita. Eso transformó el clima.
Esta teoría explica tanto la vegetación tropical en el estómago de los animales árticos congelados como el hecho de que muchos de ellos eran de especies tropicales, relacionadas con los elefantes. Se hallaron grandes depósitos de colmillos de elefantes en Siberia, que son evidencia de su habitat en el norte. Sin embargo, existe otra teoría: que estos animales tropicales llegaron desde el interior de la tierra, donde hay clima tropical, por la abertura polar norte. Al llegar al exterior -el Ártico- se congelaron, porque no estaban acostumbrados a un clima tan frío. Esta es la teoría que sostiene Ray Palmer, que no acepta la idea de que estos animales murieron en épocas prehistóricas como resultado de un cambio de la tierra con respecto a su eje. Dice lo siguiente:
“Es verdad que la muerte debió ser repentina, pero no porque el Ártico tenía un clima tropical que súbitamente se volvió frío. La llegada veloz de la Era de Hielo no fue la causa de muerte, sino que se debió al Ártico y pudo ocurrir en cualquier momento, inclusive recientemente. No ha habido mamutes en el mundo conocido desde la Era de Hielo, a menos que existan en la misteriosa tierra más allá del polo, ¡donde miembros de la expedición vieron uno con vida! Hemos tomado el mamut como una evidencia moderna sensacional de que existe la misteriosa tierra de Byrd, pero exis
ten muchas pruebas menores de la existencia de un punto de origen en alguna parte de las regiones del norte.
Enumeraremos algunos, y al examinar los registros de los exploradores polares de los últimos dos siglos, el lector se dará cuenta de que éstos no concuerdan con las conocidas áreas de alimentos mencionadas anteriormente, aquellas zonas que rodean el polo en el mapa de la actualidad.
EVIDENCIA ASTRONÓMICA QUE APOYA LA TEORÍA DE LA TIERRA HUECA DE GARDNER
Gardner dedica una parte importante de su libro a tratar la evidencia astronómica que apoya su teoría de la tierra hueca, con aberturas polares y un sol central.
En cuanto a las nebulosas, Gardner señala que las nebulosas planetarias muestran una estructura de caparazón, en general con una estrella central, como observó H. D. Curtís de la As-tronomic Society of the Pacific en un articulo publicado en Scientific American del 14 de octubre de 1916. Dice lo siguiente: “Se estudiaron cincuenta de estas nebulosas por fotografía con el reflector Crosly, usando diferentes métodos de exposición para destacar los detalles estructurales de las porciones centrales brillantes, además de aquellos de las partes más difusas que las rodean. La mayoría de estas nebulosas revelan una estructura más o menos regular de anillo o caparazón, por lo general con una estrella central.”
AURORA BOREAL
La aurora boreal, tal como la describe Hall, se explicaría con la presencia de un gran fuego en el interior de la Tierra.
EL FUNCIONAMIENTO DE LA BRÚJULA Se presenta esta ilustración para mostrar cómo funciona la aguja magnética al pasar al interior de la tierra, y cómo la brújula guiaría a los exploradores hacia afuera otra vez, sin que se enteraran de que la tierra es hueca.
En base a lo citado y otra evidencia astronómica, Gardner sostiene que la forma de las nebulosas, vistas por el telescopio, confirma su teoría al mostrar que todos los planetas adquieren un interior hueco durante su formación a partir de nebulosas, como indica la forma de anillo que muestra la fotografía.
Gardner escribe: “¿Por qué los científicos nunca han considerado con seriedad el problema de la forma de la nebulosa planetaria? Por fotografías y observaciones, saben que la nebulosa planetaria asume la forma de un caparazón hueco, abierto en los polos y con un núcleo brillante, o sol, central en el medio. ¿Por qué nunca se han preguntado qué se puede deducir de esto? Resulta evidente que es una etapa de la evolución de la nebulosa. ¿Por qué lo ignoran por completo? ¿No será porque no pueden explicarlo sin una gran alteración en sus propias teorías? Nuestra teoría muestra cómo se llega a esa etapa de la evolución de una nebulosa y cómo pasa. Exhibimos una continua evolución que pasa por esa etapa a otras más avanzadas, en las que las aberturas polares se fijan, el caparazón se solidifica, y la nebulosa queda reducida a un planeta. Debemos recordar que mientras la nebulosa original era mucho más grande que un planeta -podía medir hasta millones de kilómetros de diámetro- era compuesta por gases tan livianos y expandidos por el calor que al solidificarse forman un planeta”.
Gardner señala que al igual que parte del fuego original de la formación del sistema solar permanece en el centro como un sol, ocurre con cada planeta individual, por el mismo proceso que permitió la formación del sistema solar y por la continuación del mismo movimiento rotatorio general se arrojan hacia la periferia las masas pesadas por fuerza centrifuga. Esto se evidencia en que la mayoría de los planetas de la periferia, como Urano y Neptuno, son más grandes que aquellos cercanos al sol, como Mercurio y Venus. En el caso de la formación de cada planeta, parte del fuego original ha permanecido en el centro de cada uno, para formar el sol central, mientras los elementos más pesados fueron arrojados hacia la superficie para formar la corteza sólida, y así dejar el interior hueco. Además, debido a la rotación en los ejes, la fuerza centrífuga hace que la masa entera se acumule más en los ángulos rectos de tales ejes, de modo que queda una protuberancia en el ecuador, con la compensación correspondiente en los polos, en forma de depresiones polares que se abren hacia el interior hueco, en vez de que el planeta sea completamente redondo.
La teoría de Gardner, apoyada por la evidencia astronómica que presenta en su libro, sostiene que todos los planetas son huecos y poseen soles centrales. Este sería el patrón básico generador en la formación de sistemas solares desde la nebulosa primitiva que les da origen. Nuestro universo también debe tener un sol central, alrededor del cual circulan las estrellas. Gardner cita al famoso astrónomo, el profesor Lowell, que ha visto el brillo de luces de la capa polar de Marte. De acuerdo a Gardner, esto se debe a que el sol central de Marte pasa por la abertura polar. Se han observado luces similares que provienen de la región polar de Venus. Mientras Mercurio cruza el sol, con el lado del planeta hacia nosotros, de color negro, se ha podido observar una luz fuerte emitida del otro lado, comparable a la luz de nuestro sol al salir de su disco negro. Gardner concluye que estos tres planetas son huecos y tienen grandes aberturas polares, mal llamadas capas de hielo o nieve, que en realidad son blancas debido a las grandes cantidades de neblina y nubes en estas regiones (el sol central brilla a través de las partes despejadas). Astrónomos han observado estas luces en reiteradas oportunidades; al no entender la causa, no pudieron ofrecer una explicación satisfactoria. Gardner señala que, a veces, las capas polares desaparecen en forma súbita, y que el hielo y la nieve no podrían derretirse con tanta velocidad debido a un cambio de clima.
El profesor Newcomb dice: “No existe evidencia de que nieve, como la que conocemos, se haya formado alrededor de los polos de Marte. No parece posible que ocurra una caída considerable de nieve, ni hay razones para suponer que las capas blancas son de nieve o hielo. Para apoyar su afirmación con respecto a la presencia de luces en el polo de Marte, Gardner cita al profesor Lowell, que asegura que el 7 de junio de 1894, mientras observaba Marte, de repente vio dos puntos de luz brillar en el medio de la capa polar.
Lowell intentó explicar esos puntos como reflejos de luz solar en el hielo polar, pero Gardner lo niega y cita al profesor Pickering, que vio una vasta área blanca formarse en el polo de Marte en sólo veinticuatro horas, visible como una capa blanca, y que desapareció en forma gradual. Además, Lowell vio una franja de azul oscuro, que creyó era agua del hielo o la nieve que se derretía en la capa de nieve. Gardner cree que la supuesta capa de hielo de Marte está, en realidad, compuesta por neblina y nubes, que pueden aparecer y desaparecer con gran rapidez. Al respecto escribe:
“Lo que Lowell vio, en realidad, fue un rayo directo -dos rayos directos en el mismo momento- brillando desde el sol central de Marte hacia afuera, a través de la abertura del polo de ese planeta. ¿El borde azul alrededor de esa área, al que se refirió Lowell, no indica el fenómeno óptico del reflejo en la superficie del planeta que hace una curva gradual hacia el interior, de tal forma que en un punto de la curva, deja de reflejar luz? El hecho de que no se ve con frecuencia muestra que sólo resulta visible cuando Marte está en determinada posición en relación con la tierra, momento en el cual podemos penetrar en la boca de la abertura polar y recibir el rayo directo.
“¿Por qué los científicos nunca compararon los fenómenos de la capa de luz de Marte con la luz que hay en nuestras regiones polares? ¿Olvidan que la aurora boreal ocurre sin referencia a cambios en la aguja magnética? Si es así, si la aurora boreal es independiente de las condiciones magnéticas, ¿a qué se puede deber si no a una fuente de luz? ¿El reflejo de esta luz en las partes más alejadas de la atmósfera no es comparable con la proyección de luz de las capas de Marte a lo más alejado de la atmósfera de ese planeta? Por otra parte, ¿cómo explican los científicos que la aurora boreal sólo se vea en el norte muy lejano y sólo en forma fragmentaria al estar más al sur?
“Para apoyar su visión de que las capas polares de Marte no están formadas por hielo y nieve, sino que representan la luz del sol central que brilla por la abertura polar, Gardner dice lo siguiente: “¿Por qué el planeta Venus, de tan altas temperaturas, tiene capas polares como las de Marte (si suponemos que las capas de Marte están compuestas por hielo y nieve o dióxido de carbono congelado)? Asimismo, ¿por qué las capas polares de Venus y Mercurio no sufren altibajos como las de Marte? ¿Por qué las capas polares de Marte parecen emitir una masa de luz muchos kilómetros por encima de la superficie del planeta cuando las miramos desde el costado, si en realidad son de hielo? ¿Cómo pueden ser tan luminosas, para empezar, más luminosas que la nieve vista en circunstancias similares? Además, ¿cómo pudo Lowell ver rayos directos de luz de las capas si no eran rayos de una fuente de luz directa? Por otra parte, ¿cómo explican los científicos que al observar aquel planeta por telescopio a la noche, la luz polar es amarilla, no blanca como, serían las capas de nieve? Esto también lo notó el
profesor Lowell, cuyas observaciones de Marte parecen apoyar nuestra teoría.
“El sol central es una masa incandescente, y al igual que el brillo incandescente de una luz eléctrica parece amarilla vista a distancia en la oscuridad, también la luz del sol de Marte parecería amarilla. (Si se reflejara en una superficie blanca, parecería blanca.) Hasta donde conocemos, los científicos nunca han podido explicar todo esto.”
Mitchell vio dos centelleos fuertes de luz en la capa polar de Marte, que luego se unieron en forma gradual. Gardner afirma que se debieron a las nubes que pasaron por encima del lado expuesto del sol central, y que así causaron variaciones en la luz emitida a través de la abertura polar.
En 1886, un astrónomo inglés, W. E. Den-ning, escribió en el periódico científico Nature, lo siguiente con respecto a sus observaciones:
“En los últimos meses, la capa polar norte de Marte ha estado muy luminosa, a veces hasta ofrece un contraste llamativo con las regiones de superficie de reflejo más débil. Estas zonas luminosas de aquel planeta, requieren tanta investigación como las partes más oscuras. En muchos dibujos y descripciones de Marte, no se ha otorgado suficiente importancia a estas manchas blancas”.
En 1892, el astrónomo inglés, J. Norman Lockyer, escribió esto sobre Marte: “La zona de nieve era por momentos tan luminosa, que, al igual que la luna creciente, parecía proyectarse
más allá del planeta. El efecto de irradiación era visible con frecuencia. En una ocasión se pudo observar la mancha de nieve brillar como una estrella nebulosa cuando el planeta en sí estaba cubierto por nubes, un fenómeno que notaron Beer y Madler, y registraron en su trabajo, ‘Fragments Sur les Corps Celestes’. La luminosidad parecía variar constantemente y, a veces, en especial cuando la zona de nieve estaba cerca del mínimo, dejaba de ser lo notorio que suele ser en el disco del planeta”.
Gardner hace los siguientes comentarios sobre las observaciones de Beer y Madler: ‘Todo el que lea aquello teniendo en cuenta nuestra teoría, tiene que ver cómo ésta se atiene a la realidad. Solamente los rayos directos de un sol central pueden brindar ese efecto luminoso sobre la superficie del planeta y variar cuando la atmósfera en el interior o encima se nubla o despeja. Si hubiera sido una capa de hielo, no habría existido esa luminosidad cuando el planeta estaba cubierto de nubes, como Lockyer dice que ocurrió. Por otra parte, esa luminosidad es exactamente el efecto de nuestra aurora boreal, que se percibiría al observar a nuestro planeta desde una gran distancia. La luz es igual en los dos casos. Nos abocaremos a tratar el planeta Venus para demostrar por completo que los círculos polares no son nieve, ni hielo, ni siquiera capas de escarcha en agujas, sino aberturas que dan a la superficie interna e iluminada del planeta”.
En Venus, la gran cantidad de vapor de agua
tiende a equilibrar la temperatura, de manera que las capas polares no están compuestas de hielo y nieve como se supone en el caso de Marte, lo que Gardner pone en duda. Al hablar sobre las capas polares de Venus, Macpherson dice lo siguiente en Romance of Modern Astronomy: “Se han observado capas polares, que algunos suponen son iguales a las de nuestro planeta y a las de Marte; sin embargo, hay astrónomos que no creen que sean nieve”.
En 1878, el astrónomo francés, Trouvelet, observó una masa confusa de puntos luminosos en el polo de Venus. Gardner la atribuye a luz proveniente del sol central, que atravesaba las nubes. Dado que la capa polar no está hecha de hielo, estas luces no pueden ser el reflejo del sol; cree que ocurre lo mismo en el caso de Marte.
Se han observado luces similares de Mercurio. Richard Proctor, uno de los astrónomos más conocidos del siglo diecinueve, escribió: “Un fenómeno de Mercurio, si es real, podría ser indicador de energías volcánicas que, comparadas con las de nuestro planeta, equivalen a las fuerzas de un gigante al lado de las de un niño pequeño. Se ha supuesto que un punto luminoso determinado en el disco negro de Mercurio cuando está en tránsito indica una fuente de iluminación en la superficie o en la atmósfera del planeta. Es imposible que sea en la atmósfera, ni se puede suponer que los rayos de la aurora en Mercurio posean la intensidad necesaria. Si la superficie de aquel planeta brillara con la luz que se creyó ver, más de
cientos de miles de kilómetros cuadrados deberían brillar con una intensidad de luz que haría parecer oscura la luz de calcio. En realidad, la luz de calcio es oscuridad absoluta comparada con la luminosidad intrínseca de la superficie dei sol; y esa luz de Mercurio se ha percibido con el uso de los anteojos oscuros más potentes. Sin embargo, no cabe duda de que el punto luminoso es solamente un fenómeno visual.
Al comentar las palabras de Proctor, Gardner escribe: “Una vez más, estamos de acuerdo con la observación, pero no con la deducción. Visto por un telescopio, hay un punto de luz en Mercurio tan fuerte, que el observador lo compara con la incandescencia del sol. Es una luz mucho más brillante que la que podría producir un reflejo. Para Proctor, una aparición semejante debió resultar alarmante en extremo; no la esperaba ni estaba preparado para un fenómeno tal. Por lo tanto, incapaz de explicarlo, lo llama ‘solamente un fenómeno visual’. No creemos que los ojos de Proctor lo engañaran, era un observador astronómico experto. Por lo tanto, lo que vio debió tener una explicación o una causa detrás.
“Resulta obvio que lo que vio era el sol cen
tral de Mercurio, que brillaba a través de la aber
tura polar y, dado que Mercurio es un planeta
pequeño, el sol del interior debe estar muy cerca
de esa abertura y tampoco habría una atmósfera
acuosa con nubes que oscurecieran los rayos.
Por lo tanto, este sol brillaría con una luminosi
dad extraordinaria.
“¿Qué más hace falta para demostrar que Mercurio, así como los otros planetas, tiene un sol central, que probablemente es un fenómeno universal? ¿No resulta significativo que podemos comenzar con observaciones de Marte y pasar a Venus y Mercurio, con la aplicación de las mismas pruebas y obtener los mismos resultados? Las pruebas son la observación directa o fotográfica. Los resultados consisten en la aparición invariable de un sol central.”
Además de la evidencia astronómica anterior
a favor de esta teoría, Gardner se refiere a la es
tructura de las cabezas de los cometas, que
muestran un centro hueco, una corteza externa y
un sol central. En su libro, presenta un dibujo del
cometa de Donati, detectado desde un observato
rio de Florencia en 1858. Muestra que tenía un
núcleo -o sol- central, que “brillaba con una lu
minosidad equivalente a la de la estrella Polar” y
tenía un diámetro de 1016 kilómetros. Gardner
cree que un cometa es un planeta que entró en la
órbita de un cuerpo más grande, como nuestro
sol, que lo separó de su propia órbita, y que tal
vez chocó, colisionó con otro planeta y el calor re
sultante transformó la mayor parte en una cola
gaseosa que va detrás del resto. Gardner sostiene
que el núcleo de fuego del cometa una vez fue el
sol central del planeta, de donde se formó luego
de que se rompiera en fragmentos. >
EL ORIGEN DE LA AURORA BOREAL
Gardner sostiene que, así como hay luces polares de Marte, Venus y Mercurio, que son rayos de sus soles centrales, que atraviesan las respectivas aberturas polares, ocurre en el caso de nuestro planeta. Las luces polares que irradia son las de la aurora boreal, que no se debe al magnetismo, sino al sol central de la Tierra.
Gardner presenta la siguiente teoría acerca del origen de la aurora boreal:
“¿Por qué los científicos nunca han comparado la capa de luz de Marte con la luz que ilumina nuestras regiones polares? ¿Se olvidan de que las muestras de la aurora boreal se han observado sin conexión con un cambio en la aguja magnética? Si esto es así, independiente de las condiciones magnéticas, ¿qué otra explicación puede haber que una fuente de luz? ¿El reflejo de la luz de la aurora boreal, desde las mayores alturas de la atmósfera, no es comparable con la proyección de la luz de la atmósfera de Marte? ¿Cómo explican los científicos el hecho de que la aurora sólo se ve con claridad en el norte muy lejano y sólo en forma parcial más al sur?”
Gardner llega a la conclusión de que la aurora boreal se debe al sol central que brilla a través del orificio polar sobre el cielo nocturno, y que las variaciones en los rayos se deben a las nubes que pasan y los interrumpen y hacen que el reflejo en el cielo cambie en forma constante. El hecho de que la aurora boreal no se debe a magnetismo o a
descargas eléctricas queda probado por las observaciones de los exploradores árticos de que cuando la aurora es más intensa, no hay alteraciones en las brújulas ni ruidos de fritura que acompañan a las descargas eléctricas.
También afirma lo siguiente: “Existen otras consideraciones que muestran que la aurora se debe al sol interno. El doctor Kane, en el informe de sus exploraciones, nos cuenta que la aurora boreal es más luminosa cuando es blanca. Esto demuestra que, cuando el reflejo del sol es tan claro que se refleja una luz completamente blanca, se obtiene un efecto mucho más luminoso que cuando la luz se fragmenta en colores prismáticos. En el último caso, la atmósfera es húmeda y densa en el interior de la tierra -esta es la causa del efecto arco iris- y, en una atmósfera semejante, no se puede ver tanto. Por lo tanto, la exhibición no es tan luminosa como cuando la atmósfera es despejada y la luz no se fragmenta.
“Una vez más, si la aurora boreal es el reflejo del sol central, deberíamos verlo completo sólo en las cercanías del orificio polar y ver sólo destellos difusos desde los bordes externos a medida que se va más al sur. Eso es exactamente lo que ocurre. En su libro In the Heart ofthe Arctics, el doctor ¡Vichólas Senn dice: ‘La aurora boreal, que en ocasiones vemos en nuestras latitudes, es solamente ia sombra de lo que se puede observar en la región polar’.
“La aurora no es un desorden magnético o eléctrico, sino un reflejo de los rayos del sol central. Si ese sol calienta continentes y aguas en el interior de la tierra; si, como vimos, las aves se alimentan y reproducen allí; si, en el Ártico, ocasionalmente se puede ver un tronco, una semilla o polvo parecido a polen provenientes de ese lugar desconocido, tiene que ser posible obtener evidencia de esa vida.”
Vista de Marte, tomada en el observatorio Yerkes, el 28 de setiembre de 1902. Muestra el círculo blanco, es decir la supuesta capa de nieve, proyectada más allá de la superficie del planeta. Esto elimina la posibilidad de que sea nieve o hielo. (De A Journey ío the Earth’s Interior or Have the Po-les Realiy Been. Discovered?, de M. B. Gardner)
Vista de Marte, que muestra el punto blanco circular, que es una entrada al interior del planeta, y no una supuesta capa polar. Esto prueba que Marte, la Tierra y todos los demás cuerpos planetarios son huecos y contienen un sol central. (Fotografía tomada por F. A. A. Talbott, en Beighton, Inglaterra.) Por razones ópticas, todas las fotografías astronómicas están invertidas.
Una vista de pájaro de la abertura que da al interior de la tierra.
Una reproducción fotográfica de un dibujo que muestra la cabeza del cometa Dona.ti, como fue visto en 1853.
Nada puede apoyar tanto nuestra teoría como esta ilustración. Se tomó de un dibujo del Cometa de Donati, visto desde el observatorio de Cambridge el primero de octubre de 1853. El núcleo central se ve con gran claridad. Está rodeado por una esfera de gases luminosos y encerrado por una envoltura externa. El cometa está pasando por un área de fuerzas en conflicto. Esto, tal vez unido al calor excesivo, ha causado la gran fisura que se extiende por todo el envoltorio hasta el sol central. Un cometa es un planeta que se está desintegrando. Esta fotografía muestra esa desintegración en un punto de evolución suficiente para permitir ver la estructura interna del planeta. Esa estructura es precisamente la que nuestra teoría le adjudica a todos los planetas, inclusive la Tierra. A medida que el lector se adentre más en este libro, recordará este dibujo y confirmará cómo esta estructura se ve confirmada cada vez más. Deberá recordar que esta ilustración no fue inventada para apoyar nuestra teoría, pues su existencia es muy anterior a la promulgación de nuestra teoría.
UNA SECCIÓN DE LA GRAN BARRERA
DE HIELO
Un iceberg monstruoso en el océano Atlántico, zona antartica, de 650 kilómetros de ancho, inserto en aguas de 700 metros de profundidad, y que sobresale entre 33 y 70 metros por encima del nivel del océano. Es de agua dulce congelada y no está conectado a la tierra. ¿Cómo llegó allí?

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