En Frankfurt, los banqueros centrales ya celebran con champán: según ellos, los riesgos de la crisis financiera son cosas del pasado y los balances de sus entidades pueden volver a darse un atracón de beneficios. La fiesta no ha empezado sólo en la Eurotorre, donde está acuartelado el Banco Central Europeo (BCE), que aumentó en 2013 su beneficio neto hasta los 1.440 millones de euros, un 45% más que en 2012.
Las celebraciones también tuvieron lugar a unos cuatro kilómetros de allí, en el Bundesbank (el Banco Central de Alemania), que el año pasado ganó aún más que su homólogo europeo: 4.600 millones de euros, casi siete veces –o sea, un 593%– más que en el ejercicio anterior. ¿Por qué tantos beneficios para los bancos centrales en un año tan difícil para la economía de la eurozona? La respuesta es simple: por una reducción de las provisiones para riesgos. El BCE, por ejemplo, informó de que sus provisiones fueron de 400 millones de euros en 2013, en comparación con los 1.660 millones del año anterior. Y, por su parte, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, explicó que “pese a los ingresos más bajos por intereses, el beneficio es más elevado que el año pasado porque no se produce ninguna necesidad de aumentar las provisiones para riesgos”.
En el corazón de la eurozona, los guardianes de la moneda única (y sus socios más fuertes, los alemanes) ven todo de color de rosa. Pero, ¿qué sentido tiene tanto optimismo cuando las estimaciones más recientes hablan de posibles necesidades adicionales de capital en la banca europea de hasta 767.000 millones de euros? Es que el problema del enésimo socavón en los balances de los bancos privados ya no interesa a los banqueros centrales.
Tras el nacimiento de la moneda única, los bancos centrales de los diferentes países se ocupan de vigilar sus entidades pero sin desembolsar dinero para rescates; de hecho sus provisiones sirven para cubrir cosas como los riesgos de tipo de cambio, de tipo de interés, de crédito y de precio del oro. ¿Y el Banco Central Europeo? Tras la especulación sobre la deuda de la “europeriferia” –que el presidente de la entidad, Mario Draghi ha intentado resolver prestando un billón de euros a los diferentes bancos para que comprasen bonos italianos, españoles y portugueses–, ahora la Eurotorre sólo se quedará vigilando a los 130 bancos más grandes de la eurozona.
Para rescates y “nacionalizaciones” –como la de la antigua Cajamadrid, convertida hoy en Bankia– el testigo pasará al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que debería contar con un fondo de resolución pagado por las propias entidades europeas. Sin embargo, tal y como exigía Alemania, el fondo no será común desde el primer día, sino que nacerá compartimentado por países, y no se fusionará por completo hasta ocho años después de su creación, en 2023.
Es decir que, de momento, cualquier necesidad adicional de la banca puede caer otra vez sobre las finanzas de los diferentes Estados, que para financiarse sólo han demostrado saber utilizar recortes “sangre, sudor y lágrimas”. De hecho, todavía falta una red de seguridad que garantice la existencia de recursos para el MEDE durante el período de transición de ocho años y no hay claridad sobre la liquidación o reestructuración de las entidades que no están sujetas a la supervisión directa del BCE, que sólo atañe a los bancos mas grandes.
El regalo de Italia
Si en Frankfurt no tienen ningún interés en lo que está cayendo sobre la banca europea, en la Banca d’Italia, el banco central de uno de los países más afectados por la crisis de la deuda, se dedican a hacer regalos a las entidades privadas. Una medida impulsada por el anterior Gobierno de Enrico Letta y, de momento, confirmada por el nuevo Ejecutivo de Matteo Renzi, busca reevaluar el capital de la entidad central cuyas cuotas –según el estatuto– están detenidas por los principales bancos del país, que antes de las privatizaciones de los 90 eran controlados por el Estado.
La última evaluación databa de 1936 y daba al banco central transalpino un valor correspondiente a 156.000 euros. El Gobierno de Roma ha decidido poner al día ese valor con un doble objetivo: ayudar los bancos a refozar su capital y al mismo tiempo cobrar un impuesto sobre esta reevaluación. El regalo para las entidades privadas es, sin embargo, mucho más grande que las ventajas para las arcas publicas: frente a una recaudacion de 900 millones de euros por parte de Hacienda, el decreto ofrece la posibilidad a cada entidad financiera de vender parte de sus cuotas. De hecho, se prevé que cada banco transalpino no posea más de un 3% de la Banca d’Italia, cuando ahora tres grandes grupos Intesa Sanpaolo, UniCredit y Generali llegan a controlar más del 70% de las cuotas. Así que las grandes entidades podrán vender a otros bancos, o incluso al mismo banco central, y con un valor estimado de Banca d’Italia ahora en 7.500 millones de euros, frente a los 156.000 iniciales. Ellos también podrán celebrar con champán sus altas plusvalías.
Fuente : Diagonal Global
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