Constructoras millonarias de dentro y fuera de las islas compran presuntamente a cargos públicos a cambio de prebendas y favores. Cientos de casos de corrupción política vinculada a la especulación urbanística son la cotidianeidad en un archipiélago destruido, con cientos de miles de personas desempleadas, desahuciadas de sus viviendas, sobreviviendo bajo el umbral de la pobreza, con uno/a de cada tres niños/as en situación de malnutrición y pobreza extrema.
Esta es la realidad de Canarias, mientras una minoría se enriquece hasta más no poder, la mayoría de su pueblo sufre de hambre y miseria extrema. Un territorio, un pueblo, arrasado, prisionero del cemento, del hormigón, de sus particulares hombres del traje gris, que compran a precio de oro cada nuevo proyecto con maletines repletos de billetes de 500 euros.
Unos supuestos “favores” económicos que son bien recibidos por parte de una casta de sinvergüenzas, que acceden a la política para llenar sus cuentas corrientes. Personajes conscientes que de ser condenados por la justicia las penas serán cortas, que en caso de entrar en la cárcel no pasarán más de dos años, para luego salir y disfrutar con lo robado a cuerpo de rey.
“Merece la pena el riesgo compadre”, se dicen entre cenas de lujo, putas, vicios caros en sus casinos y juergas constantes, acompañados por ciertos ministros, alcaldes, concejales depravados y otras bandas del coche oficial, los trajes caros, con ese hortera look estilo “Corrupción en Miami”: hay que preservar las tradiciones de la “Cosa Nostra”, faltaba más.
Solo en Lanzarote hay más de doscientas imputaciones por corrupción, en el resto de las islas son miles. No escapa casi nadie, quien más quien menos acaba con la mierda hasta el cuello, pero en muchos casos respaldados por sus electores/as, que siguen votando con el viejo lema a pie de urna: “mejor ladrón conocido que ladrón por conocer”.
Esta es la imagen que tratan de ocultar en el exterior, la que no sale en los spot televisivos con playas de arena blanca, chicas en bikini y hoteles con el todo incluido: un archipiélago corrompido, con cifras de empobrecimiento cercanas a cualquier estado africano de los más bananeros, dictatoriales y criminales.
Los gestores de este genocidio social ahora quieren convertirnos en base militar. La OTAN campa a sus anchas en los aeropuertos y puertos, convirtiendo esta humilde y frágil tierra en plataforma de agresión contra los pueblos de continente negro, donde como bien predijo el genial poema de Pedro Lezcano, “La Maleta”: “(…) Los niños africanos, desvelados bajo la lona de sus tiendas, mirarán con horror las siete islas, no como siete estrellas, sino como las siete plagas bíblicas, las siete calaveras, desde donde su muerte, y nuestra muerte, indefectiblemente se proyectan…”.
Toda la basura junta ha traído esta gentuza y sus cipayos políticos del sobre a esta desgraciada tierra: turismo basura, destrucción natural, aculturización, militarismo, represión policial, criminalización de personas y movimientos sociales, empobrecimiento generalizado, suicidios por razones económicas, hambre infantil, desahucios a palos y patadas, desempleo masivo y ahora petróleo, para remachar el clavo siniestro, y acabar por destruir lo poco que nos queda de biodiversidad marina.
Escoria atrae escoria, como en todo el estado español nos roban el futuro, nos condenan a la indigencia, a una pobreza con sabor y olor a glamur, a bronceador del caro, a ron reserva y cola, a cocaína de ricos poco cortada. Un hedor a muerte y oscuridad, a miedo, a desmovilización social, a una triste colonia de esclavos/as, a sindicatos mayoritarios españolistas vendidos a la mafia, a inminentes muertes por hambre en pocos meses.
Es solo el principio de unos tiempos terribles, que convertirán Canarias en el paraíso del crimen, las guerras, él narcotráfico, la explotación y la delincuencia político-empresarial de guante blanco.
Esto no ha hecho más que comenzar, estamos en el primer acto de un plan terrible, genocida, que convertirá un ideal paraíso natural de paz, solidaridad y hermandad entre los pueblos de la tierra, en territorio para el dolor, la sangre y la planificación premeditada de la barbarie.
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