GUERRA CIVIL La prensa, en la diana
Siria, una guerra sin testigos
El alto riesgo de secuestros impiden a los periodistas informar sobre el terreno
La falta de reporteros genera silencios que fomentan la impunidad y la indiferencia
Los activistas sirios, principal fuente de información, también son perseguidos
Las cámaras ensangrentadas de Molhem Barakat, fotógrafo sirio 'freelance' muerto el viernes 20, en Alepo. AFP
Informar sobre la guerra de Siria es, hoy por hoy, el oficio más peligroso del mundo. La cobertura de un conflicto siempre ha entrañado un alto riesgo para los periodistas, pero la contienda siria se ha vuelto en estos momentos la más peligrosa y mortífera para los reporteros. Lo dice el último informe de la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF): Periodismo en Siria: ¿Misión imposible? Y lo dicen los reporteros que han estado informando desde Siria hasta ahora.
Según el último recuento de RSF, desde marzo de 2011 más de 110 trabajadores de la información han sido asesinados mientras cumplían con su deber de informar y los que están desaparecidos, detenidos o secuestrados sobrepasan los 60. De ellos, hay una treintena de extranjeros entre los que están el reportero de EL MUNDO Javier Espinosa, el fotoperiodista Ricardo García Vilanova y el enviado de 'El Periódico de Catalunya' Marc Marginedas.
Los altos índices de riesgo están haciendo que los periodistas se inhiban de viajar al país para realizar su labor: No se trata de una lotería que hay que asumir, sino que saben que nada más cruzar la frontera serán secuestrados por los mismos grupos rebeldes que se supone deben protegerles.
En el caso de los periodistas sirios, la situación es mucho más desoladora. «La mayor parte están en las prisiones de Bashar Asad o intentando salir del país. Ellos son los que más sufren la presión de la guerra», comenta Soazig Doller, responsable de RSF para Oriente Medio y Norte de África y autora del citado informe sobre la situación en Siria.
Falta de seguridad
La consecuencia es que Siria se está convirtiendo en una guerra sin periodistas. Y con ello, se esfuma la posibilidad de facilitar información imparcial desde uno de los conflictos más brutales hoy. «Ahora mismo no se puede entrar en Siria porque la situación en el interior no garantiza la seguridad para los reporteros internacionales, que ya no son bienvenidos por una gente que es ajena al espíritu y objetivo con el que nació la revolución siria», afirmaMayte Carrasco, reportera de guerra 'feelance' que ha estado cubriendo el conflicto desde su inicio. Se refiere al bando rebelde, por donde ha habido un importante flujo de periodistas que se ha cortado abruptamente este pasado verano debido a la alta incidencia de secuestros.
Aunque esta puerta de entrada nunca ha sido fácil para los reporteros. La última vez que Carrasco entró, casi no sale. «Salvamos la vida y la libertad de milagro», cuenta. Era agosto de 2012 y no ha vuelto desde entonces. «Por donde yo salí fue el último lugar donde se vio a Austin Tice [periodista estadounidense], desaparecido desde entonces», añade.
El resultado es que los medios de comunicación han dejado de reportar sobre el terreno. Ni siquiera las grandes agencias como Associated Press o Reuters tienen enviados allí. Y esto no sólo en las zonas rebeldes, sino que tampoco tienen presencia en Damasco o en zonas donde el régimen de Bashar Asad mantiene el control.
La política de restricción de visados que el Gobierno ha aplicado desde el principio de la guerra es una de las causas de que los periodistas hayan optado desde 2011 por entrar ilegalmente en el país desde las zonas controladas por los rebeldes.
Polarización informativa
«La información desde Siria está muy polarizada. Por un lado nos llega la información de los medios de comunicación pro régimen, que difunden propaganda en favor de Bashar Asad, y por otro lado, la de los medios de comunicación pro revolución, que sólo informan desde el punto de vista de la oposición», señala Doller.
Y es que cada bando ha entendido desde el principio que la batalla también se libra en el terreno de la información. Asad no ha dudado en utilizar a los medios oficiales y los grupos opositores armados han integrado desde el principio a milicianos que, con el kalashnikov en un hombro y la cámara de televisión en otro, grababan los enfrentamientos y colgaban las imágenes en YouTube, en vídeos con calidad profesional.
La aparición de grupos yihadistas armados ha marcado también esa polarización informativa, pero esta vez para acentuar la desinformación con su campaña contra los periodistas. Están en contra tanto de la presencia de reporteros extranjeros como locales y hostigan a ambos. La última víctima entre los informadores es Molhem Barakat, fotógrafo 'freelance' sirio, muerto este viernes, 20 de diciembre, mientras cubría un enfrentamiento en Alepo entre ejército y rebeldes. Tenía sólo 17 años.
«Hay muchas cosas que están sucediendo en Siria que no conocemos por la falta de reporteros sobre el terreno. No hay información fiable y veraz», incide Doller, que vaticina que la situación no tiene visos de evolucionar para bien desde el punto de vista informativo. «Está claro que hoy es imposible para un periodista informar desde Siria y a largo plazo irá a peor», concluye.
Ante estas restricciones informativas, los periodistas cada vez más dependen de fuentes locales independientes, como activistas, médicos, abogados y ciudadanos concienciados que documentan y difunden el sufrimiento de los civiles. Pero incluso ellos han visto cómo en los últimos meses el círculo se ha ido cerrando a su alrededor. Casos como la detención de la abogada pro derechos humanos Razan Zeituneh y otros tres compañeros que trabajaban en el Centro de Documentación y Violaciones sirio (CDV), el 10 de diciembre en Damasco, ilustran esta persecución en aumento.
'Hay mucho miedo'
Lo sabe bien Lauren Wolf, periodista y directora de Women Under Siege, un proyecto para documentar la violencia sexual contra las mujeres en conflictos como el de Siria. «Mis investigaciones se basan en información recogida a través de testimonios de buenos contactos desde Siria por teléfono o skype y muchas veces desaparecen sin que haya podido saber qué ha ocurrido con ellos», relata. «Hay miedo, mucho miedo», afirma.
«Intento proteger su identidad aplicando protocolos de seguridad en mi ordenador y teléfono y muchos de ellos utilizan Tor, pero en general las redes son muy inseguras y acaban siendo descubiertos y perseguidos. Muchos de los activistas, médicos o abogados con los que he hablado han sido detenidos poco después», agrega.
Cada vez es más difícil comprobar la información que nos llega y existen además agujeros negros que fomentan la impunidad y la indiferencia de la opinión pública internacional. «Hay un gran silencio en cuanto a lo que les está ocurriendo a las mujeres. Ésta es la parte más devastadora del conflicto y el lado más olvidado. Los medios de comunicación se centran en los enfrentamientos mientras olvidan que el 80% de los refugiados son mujeres y niños», subraya Wolfe.
Dentro de la profesión se sabe bien que, pese a los esfuerzos, no se está informando de manera correcta y objetiva sobre lo que les ocurre a los civiles en esta guerra. «No se está cubriendo en absoluto la revolución siria, ahora mismo se cometen los mismos atropellos contra los derechos humanos que en muchas ciudades sitiadas hace un año, pero nadie habla hoy de Nabek [ciudad de la región deQalamun, al norte de Damasco, donde el ejército de Asad ha culminado una operación para retomar el enclave], por poner un solo ejemplo, donde la población civil está escondida en zulos y el régimen sigue matando y hostigando a civiles», considera Carrasco.
El Mundo
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