lunes, 27 de enero de 2014

Deforestación. Un triste récord del mundo

 Un rincón de bosque tropical en Bolivia. | Corbis
El problema de la deforestación afecta prácticamente a todo nuestro planeta, de manera que resulta difícil establecer plusmarcas de tala de bosques en los distintos continentes. La Universidad de Maryland acaba de denunciar al Chaco paraguayo como la zona mundial en que la pérdida de bosque avanza con mayor velocidad.

El Bosque imprescindible

Cuando se habla de la importancia ecológica de los bosques suele recurrirse al tópico de su función como "pulmón del planeta". Es cierto que los bosques producen oxígeno, pero su influencia sobre el clima a nivel global es aún más trascendente. Los bosques atraen la humedad y provocan la lluvia en un verdadero "efecto esponja".
Hasta hace apenas dos siglos, un cinturón de bosques recorría el ecuador de nuestro planeta extendiéndose por las zonas tropicales africanas y sudamericanas. Primero fue África quien sufrió una progresiva "europeización" al perder por explotación colonial importantes masas verdes. Ahora le toca el turno a la Amazonia, y también a otros reductos menos conocidos, como el bosque arbustivo del Chaco paraguayo.
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Una de las series documentales del inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente que produjo en su día mayor impacto en nuestro país fue la titulada Prisioneros del bosque. Reflejaba la vida, a veces paradisíaca y a veces terriblemente dura de los habitantes de los bosques ibéricos. El reducto del bosque es a la vez prisión, pues sus habitantes dependen de su abrigo y recursos, y también símbolo de una libertad perdida por quienes tuvieron que abandonarlo y luchar en la llanura, como nuestros primitivos homínidos antecesores.

Humanos no contactados

Para las organizaciones preocupadas por los derechos de los últimos indígenas aún no contactados de nuestro planeta, como Survival, la más terrible consecuencia de la deforestación es que, en algunos rincones inexplorados, acarrea la extinción de esas poblaciones humanas. En este caso son los indios ayoreos quienes se ven acorralados por la talas del bosque arbustivo del Chaco paraguayo, el record del mundo de velocidad de destrucción del manto vegetal que constituye el único hogar que conocen.
Para evitar caer en la tentación de pensar que el problema que comentamos es algo muy lejano a nuestra cultura, recordemos que también las masas forestales europeas se enfrentan a amenazas muy preocupantes. El macizo forestal de la Selva Negra alemana es presa del fenómeno de la lluvia ácida, que arrastra al suelo las partículas de azufre procedentes de la contaminación industrial, y nuestros propios bosques ibéricos deben soportar cada año la terrible amenaza de los incendios.
Sigamos en la dinámica del absurdo. Los bosques amazónicos talados lo son generalmente para convertirlos en explotaciones ganaderas, mientras muchas llanuras pobladas por fértiles praderas permanecen sólo incipientemente explotadas como pastizales. Verdaderamente resultan inexplicables tantas políticas cortas de miras que no optimizan los recursos naturales y llevan al Bosque, y a los hombres del Bosque, al borde de la extinción.

Hay que defender los Bosques

Ya en la primera Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro el año 1992 se fijó la lucha contra la deforestación como uno de los objetivos fundamentales de la protección de la Naturaleza a nivel global. Lamentablemente el arrollador alarde informativo en torno al llamado Cambio Climático se impuso de tal manera en la movilización de la opinión pública que todo lo demás, incluida la protección de los bosques, quedó relegado a un segundo plano.
Todo ello a pesar de que el Bosque forma parte importante de los sistemas de fijación del dióxido de carbono que se produce tanto en las combustiones industriales como en las emanaciones de los volcanes. Estas últimas son la principal fuente de liberación del gas carbónico a la atmósfera, el fenómeno tan temido por los que anuncian catastróficos efectos climáticos debidos a su aumento.
Volviendo al Chaco paraguayo y a otros ecosistemas boscosos similares y próximos al mismo, habitados por indígenas no contactados, no sólo se talan los Bosques por concesiones legales más o menos polémicas, sino también por laviolencia ejercida por verdaderas mafias de las industrias madereras ilegales, que no se detienen ni siquiera ante la presencia de seres humanos indefensos ante sus ataques devastadores.
Algunos defensores del Bosque han pagado su esfuerzo con la vida. En Brasil, el cauchero Chico Méndes fue el primer asesinado, el año 1988 inmediatamente después de recibir el Premio Global 500 de la ONU, pero no olvidemos al biólogo español Gonzalo Alonso Hernández, recientemente muerto a los 49 años en Río de Janeiro debido a su lucha contra deforestadores y cazadores furtivos.
Desde nuestra mucho más segura Europa es difícil imaginar que los defensores de la Naturaleza corran tan grave peligro de ser asesinados por las mafias, pero los datos son suficientemente reveladores.
Al menos veinte personas entre 2011 y 2012 han sido víctimas de su valor y su altruismo. No es lo mismo el "ecologismo de salón" del que hacen gala algunos movimientos urbanos de los países desarrollados que la lucha de estos héroes en los escenarios, a veces muy violentos, de los ataques ambientales.
Pongamos en su lugar a los verdaderos defensores de la Naturaleza. Muchos se juegan la vida para luchar por el medio ambiente, pero también por la principal de sus criaturas, nuestra propia especie, representada en este momento por los acosados indígenas ayoreos paraguayos, por cuya supervivencia clama Survival.
Miguel del Pino Luengo es Biólogo y Catedrático de Ciencias Naturales.

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